El otro día me quejaba muy efusivamente de lo escasita que es Sevilla en cuanto a ofertas de ocio más allá de pijos y canis, pero resulta que al final me salió un plan chulísimo y fuera del ámbito de la Alameda, Alfalfa y discotecas para adolescentes (que no es que yo no lo sea, pero tengo aspiraciones más allá de pavonearme ante babosos y llegar al quinto cubata aun entera).
El plan en cuestión consistió en acudir al Hard Rock Café, que ¡POR FIN! ha abierto en Sevilla. Y lo pongo en mayúsuculas por dos razones, porque llevan años anunciándolo y no había manera de que llegara (como ocurre con el Primark y con otras tantas tiendas y restaurantes que no terminan de ver su público en esta ciudad) y porque me encanta esta cadena de restaurantes: comida y música, ¿puede haber mayor genialidad junta?
Pese a las altas espectativas el plan no me decepcionó en absoluto porque fue totalmente redondo: allí nos plantamos para cenar la Adriana Alzamora más peliculera y sus amigas «disfrazadas» de grandes mitos de la música. No es que fueramos de carnavales, sino que quedamos bien tempranito para maquillarnos y peinarnos sutilmente como o hacen ídolas como Amy Winehouse o Taylor Swift (guapísima que quedó mi Ari con sus rizos bien marcados).
Pues bien, a las 10 en punto como un reloj nos plantamos en plena Calle San Fernando para disfrutar de la experiencia y, tiene narices, nerviosas ante algo tan básico como ir a un restaurante. Pero no era un restaurante cualquiera: se trataba del restaurante al que fuimos tras nuestro primer concierto fuera de Sevilla, en Barcelona para ver a un grupo que me da vergüenza decíroslo (y que poco tiene que ver con los ídolos que decoran las paredes del Hard Rock), y donde nos comimos unas hamburguesas deliciosas que estábamos deseando volver a comer.
Tras la espera (porque otra cosa no, pero qué nos gusta a un sevillano una nueva tienda… después las olvidamos, pero en cuanto nos enteramos que abren algo allí vamos en masa) a eso de las 11 menos cuarto por fín pudimos pedir y sentarnos junto a joyas como la guitarra de Santana o Raimundo Amador.
Esta última, aunque admiro muchísimo a nuestro Eric Clapton particular, me alertó de algo que me da cierto miedo. Y es que el público prototipo de por aquí, acabe por imponer su estilo y no sea al revés que el Hard Rock lo haga para bien de Sevilla, y a los hechos de la FNAC de la Avenida de la Constitución me remito: que empezó con fotografías de grandes músicos de todas las edades y acabó con fotografías a mi gusto horribles sobre los topicazos más topicazos de la ciudad. Y si no me creeis… ¿alguien me explica qué hace un matador de toros en la fachada de la FNAC?
En cualquier caso encantada estoy de poder sumar un plan más a mis noches de ocio sevillana, y debo reconocer que aunque se respire ambiente sevillano por todas partes más que el que fuera más propio de una local de Las Vegas, el edificio es precioso y lleno de encanto. Y con un fuerte aplauso y emocionada me despido con un ¡Larga vida al Hard Rock Sevilla!
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