Perdonad que no escriba con la misma frecuencia pero es que con este calor no hay quien se ponga con el ordenador… Que vale, que es la calor de todos los años, que ya sabemos que en Sevilla es fuego lo que cae a la tarde… pero una no se acaba de acostumbrar por mucho que pasen los junios y julios al asfalto de Pino Montano…
Y es que con estas temperaturas no hay quien se ponga a hacer alguna cosa más que pensar en las vacaciones de verano, en ese pedazo de viajecito que me voy a pegar a Roma y cómo los Alzamora Gutierrez desembarcarán otro año más en Matalascañas.
Aunque esto último mal plan no es… empiezo a cansarme un poco de Matalascañas… Como playa bien, pero no se… el ocio por la noche no sale de recorrer el paseo marítimo una y otra vez en busca de un sitio donde tomar algo noche tras noche… Empieza a darme un poco de pereza la verdad.
Incluso pensaba este año quedarme tranquilita en Pino Montano si no fuera porque esto se convierte en un desierto y la gente como que desaparece… Aunque no es mala idea tampoco que eche currículums y me ponga a trabajar en alguna de las tiendas de souvenires del Barrio de Santa Cruz, en alguna tienda del centro o intentar alargar las prácticas en la peluquería o seguir de «freelance» mientras se pueda… aunque tal como queda Sevilla en agosto como no peine a las palomas no se yo…
Eso si, también hay que decir que no todo es malo en Sevilla cuando comienza a apretar la calor… A eso de las 8 de la tarde, cuando se puede empezar a salir con el fresquito (con el mínimamente fresquito que se produce…), da gusto la alegría de las calles, la luz hasta bien entradas las 10 de la noche, la tranquilidad sin sentirnos solos del todo y el enorme placer que es tomar algo en una terracita de bar, sea donde sea.
Y ya si el plan consiste en dar un paseo en bicicleta o simplemente andando por el río y ver ocultarse el sol con la torre del Oro de fondo… Maravilla…
Y es que poca justicia se le hace al cielo de Sevilla: es cierto que un atardecer en el mar o el de la Alhambra en Granada es precioso… pero los miles de tonos que toma el cielo de Sevilla cuando comienza a caer el sol es algo único y que merece un mirador y salir en todas las guías turísticas…
En fin, todavía, por suerte para los que se van, por desgracia para los que quedan y mejor aún para los que saben disfrutar del buen tiempo, aún queda estrenar el verano y muchos meses de ocio por delante.
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